Cuando era chico o adolescente, leía libros que no terminaba de entender; igual los leía y hasta más de una vez. Escuchaba música que no terminaba de entender e igual la escuchaba, más de una vez.
A veces me atrapaban algunos fragmentos o pasajes que me impulsaban a seguir sumergiéndome en ese mundo raro, entre fantástico y real, que despertaba en mí un gran interés por probar y conocer.
Aprendí guitarra tocando con amigos en la calle o en Plaza Francia, pero también me ayudaron profesores a quienes siempre recuerdo.
Nosotros, "los Borda", veníamos de una familia “normal” de la Argentina. Con interminables problemas económicos y, además, la conocida y nefasta presión psicológica que ejercía el poder de facto en todos los ciudadanos, conscientes o inconscientes (los ciudadanos y la presión).
Este acercamiento a la creación del que antes hablaba (a veces áspero y arduo, a veces increíblemente potente y desencadenante) me abrió caminos nuevos y me internó en el arte.
La música en mí fue, en ese tiempo, un modo particular de vivir, de pensar y de reflexionar y, a la vez, una posible salida alternativa respecto de la realidad miserable que el poder nos imponía, que también estaba llena de expectativas de cambio social y era intensa en emociones. Algo normal para un muchacho de 17 años en los 70’s.
Y así me hice artista, músico, intelectual.
Yo vivo el arte como un conjunto de actitudes. No puedo dejar de conectar el hecho de crear con pensar, reflexionar en la calidad de la música que escribo, para qué y por qué lo hago. En lo concreto, diría que no especulo con la posibilidad del éxito masivo al componer. Si bien valoro ser popular, no estoy dispuesto a modelar mi música según los designios el mercado.
Porque el acto de crear, el pensamiento y la actitud creativa son el punto fundamental de nuestra existencia y la única posibilidad que tenemos de vivir con dignidad.
Internarnos en lo abstracto, lo desconocido, buscar en nuestra fantasía, es una elección de cada uno. Quien elija este camino seguramente se transformará en un artista. Estoy hablando de un artista popular, porque la música verdaderamente popular entraña todo lo que somos: nuestra historia, nuestra memoria y hasta el legado de otros pensadores.
En los textos, en los ritmos, en las melodías, en el modo de enlazar los acordes, en los colores elegidos y hasta en el propio movimiento de nuestro cuerpo está presente esta memoria, con miedo, violencia, amor, fervor. Porque es lo que hemos absorbido o aprendido, conscientemente o no.
La actitud política del artista popular consiste en elegir si ése, su mundo interno, su propio camino, vale la pena de ser andado y si el legado cultural vale la pena de ser abordado. O si, en su defecto, “los espejitos montados para escena” le resultan más atractivos.
Por supuesto, cada uno debe elegir. También el público tiene la posibilidad de comprobar desde lo emocional y desde lo intelectual e ideológico quiénes son los auténticos portadores de la cultura de un pueblo. Sólo debe interesarse por escuchar, aun cuando esto le requiera cierto esfuerzo.
La verdadera música popular en Argentina no sólo precisa el apoyo oficial de los organismos culturales, sino también, fundamentalmente, el apoyo del público en cada pueblo, ciudad o provincia, en cada plaza o rincón.
El artista y sus receptores son los personajes que interaccionan para enriquecer culturalmente a un país (o no, según la calidad de los resultados).
En mi opinión, la herencia de Atahualpa Yupanqui, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Mercedes Sosa (para poner ejemplos que provienen solamente del campo del folclore) no puede ser reemplazada por nombres de algunos músicos que hoy convocan más. Existen abismos entre unos y otros, no sólo en relación con la calidad de los artistas, sino también en lo que hace a su autenticidad. Y ahí el público debe afinar su oído.
Escuchar es el principio de toda posibilidad de entendimiento.
*Luis Borda es guitarrista y compositor. El viernes 24 de junio a las 20 hs. presentará en el ECuNHi el espectáculo “Los Borda”, junto a su hermana Lidia. La entrada es gratuita.
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